Fritz Haber, el hombre que obtuvo pan del aire

Desde sus inicios, los avances científicos siempre han tenido una doble cara y han sido usados por el ser humano tanto para acciones bondadosas, como nocivas. Sin embargo, uno de los casos más marcados de la historia es el del científico alemán Fritz Haber, un químico nacido en una familia judía de Breslavia, actual Polonia, en 1868.

Quizás hayas oído hablar, a propósito del cambio climático, de que, con el crecimiento de la población, los recursos terrestres se van a terminar y no habrá suficiente alimento para todos. Pues bien, esa misma cuestión se discutía también en el siglo XIX. En esa época todos los cultivos se alimentaban con fertilizantes naturales, como el preciado guano (excrementos de aves marinas) cuya compraventa era un negocio muy rentable. El mayor exportador de guano era Perú, este fertilizante era tan demandado, que las reservas se agotaban, y en 1872 Perú prohibió su exportación. Por esta razón, tuvieron que buscar nuevas formas de aportar nutrientes a la tierra para cultivar alimentos, y muchos pusieron los ojos en la química. Fue Fritz Haber, junto con su compañero Carl Bosch, quien en 1909 consiguió sintetizar amoníaco artificialmente mediante el Proceso Haber-Bosch. Este método extraía el nitrógeno del aire y lo sintetizaba con hidrógeno para crear amoníaco, un perfecto sustitutivo del guano como fertilizante. Tanto que los agricultores obtenían una productividad cuatro veces mayor en el mismo espacio de terreno y, como resultado, desde ese momento la población mundial se ha cuadriplicado. Este descubrimiento le garantizó el Premio Nobel de Química en 1918 y le apodaron “el hombre que extraía pan del aire”.

No obstante, una gran parte de la comunidad científica apoyó su galardón debido a sus acciones en la Primera Guerra Mundial. Pocos meses después de que estallase la guerra, un grupo de 93 científicos y eruditos alemanes publicaron el “Manifiesto de los 93”, un documento en el que expresaban su incondicional apoyo al Segundo Reich en el conflicto. Fritz Haber, en particular, pronunció unas palabras que han pasado a la historia por su contundencia: “en tiempo de paz un científico pertenece al mundo, pero en tiempo de guerra pertenece a su país”. Haber, un genio que había demostrado sus habilidades para el avance de la humanidad, se convirtió en el padre de la guerra química al desarrollar el gas cloro. Este fue usado por primera vez en 1915 contra las tropas francesas atrincheradas en Ypres, Bélgica. Ante la sorpresa que supuso este nuevo arma, todos los soldados murieron asfixiados. Si bien es cierto que muchos de los firmantes del “Manifiesto de los 93” se retractaron después de la guerra, Fritz Haber no fue uno de ellos y nunca se arrepintió de sus acciones.

En los años que siguieron a la guerra, Haber continuó sus investigaciones en el campo de la química en Alemania, hasta que en 1933 se vio forzado a trasladarse a Suiza, huyendo de la persecución nazi a los judíos, donde moriría un año después. Curiosamente, sus investigaciones y avances fueron utilizadas para la creación del gas Zyklon B, usado en las cámaras de gas de los campos de exterminio durante el Holocausto.

La historia de Fritz Haber nos muestra que la ciencia puede ser usada para el bien y para el mal, pero que no existe un avance científico que sea malo en sí, sino que depende de los seres humanos y la forma en la que utilicen sus descubrimientos para ser recordados como héroes o villanos.

Related Post

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *